viernes, 27 de noviembre de 2015

El país donde una 'esposa diabólica' es una madre que trabaja

Japón busca aumentar la natalidad pero no reduce la discriminación hacia madres y embarazadas. Otro grave problema en esta historia de adicciones, soltería y comportamientos sexuales extraños.

Una diputada lanzó una pregunta sobre el descenso de la natalidad y le gritaron que se casara de una vez; dos empleados hicieron comentarios sexuales a dos subordinadas y fueron destituidos; una tienda de moda, responsable de un anuncio de televisión sexista, tuvo que pedir disculpas; una doctora comunicó su embarazo a su empresa y perdió su cargo de gerente. Todo esto pasó entre junio de 2014 y mayo de 2015 en Japón.


La ley japonesa garantiza el derecho de las mujeres a desarrollar trabajos menos pesados durante su embarazo, además de asegurarle 14 semanas de baja maternal y la posibilidad de que ella o el padre soliciten un año de permiso para el cuidado del bebé. Sin embargo, las mujeres denuncian dificultades para ejercer estos derechos por la discriminación que sufren y por cómo peligran sus puestos de trabajo.

El primer ministro nipón, Shinzo Abe, intenta cambiar esta realidad. Recientemente, puso en práctica políticas para alcanzar “una sociedad en la que toda mujer brille”, resaltó la importancia de las mujeres en la recuperación económica y prometió que ocuparán el 30% de los cargos de liderazgo para 2020. Sin embargo, para los activistas sociales, no es suficiente. “En lugar de centrarse en una pequeña parte de la sociedad, las mujeres de la élite, me gustaría que combatiera los problemas que afectan a las mujeres de estrato inferior”, dice Sayaka Osakabe, fundadora de Matahara Net, un grupo de apoyo a mujeres trabajadoras. 

A Abe tampoco le respaldan las cifras. Un reciente estudio del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social revela datos alarmantes: casi la mitad de las mujeres encuestadas (48%) dice que han sido acusadas de “causar problemas” o alentadas a renunciar a su empleo; más de una de cada cinco denuncia que la despidieron después de quedar embarazada; el 17% de la muestra se siente estafado con las bonificaciones salariales y casi el 16% se ha visto forzado a renunciar o rescindir su contrato a tiempo completo. El acoso a la maternidad aumenta y las denuncias también: se registraron un 18% más que hace seis años.

Esta realidad siembra un dilema existencial en las mujeres japonesas: tener hijos o priorizar su carrera profesional. “Mientras que el Gobierno aplica medidas para aumentar la natalidad, en la práctica tener hijos conlleva una especie de penalización para las mujeres. En esta sociedad que solo reconoce como auténticos trabajadores a los que realizan jornadas laborales larguísimas y delegan en otros las tareas domésticas y la crianza de los hijos, las mujeres ven cómo se erosiona su derecho a trabajar e, incluso, a vivir”, sostiene la socióloga Muta Kazue, especialista en estudios de género.

Algunos elementos agravan el problema femenino, como la proliferación de la expresión 'oniyome', cuya traducción es 'esposa diabólica' y es utilizada para discriminar a las madres que trabajan. Con este panorama, no es de extrañar que Japón ocupe la posición 104º de 142 en la lista de naciones con mayor brecha de género, según el Foro Económico Mundial de 2014.

Con las madres bajo presión, los nacimientos no aumentan. Japón tiene una tasa de fertilidad de 1,42 (cantidad promedio de hijos que se estiman para una mujer), un 0,65 por debajo de lo necesario para la continuidad generacional, algo que ni siquiera el experto más optimista considera posible. Este indicador preocupa hace varios años y las autoridades japonesas ya han asumido la caída. Por eso se han conformado con intentar ralentizar el descenso a largo plazo: el objetivo es no bajar de los 100 millones de habitantes para 2060 (para lo cual se necesita una tasa de 1,8).

Trabajadores a tiempo "completo"

Es miércoles y el reloj todavía no marca las seis de la tarde. Los trenes viajan desbordados de pasajeros porque hoy es el día en que está prohibido realizar horas extra en muchas compañías niponas. De lo contrario, la escena sería idéntica pero alrededor de la medianoche, minutos antes del último servicio de transporte. Si bien la jornada regular de trabajo en Japón no debe superar las ocho horas, y el tiempo adicional también tiene sus límites, en la práctica no resulta tan sencillo que los 'currantes' vuelvan a casa a su hora.

Los analistas dicen que la impresionante resurrección económica que vivió Japón después de la Segunda Guerra Mundial fue posible porque el Estado envió un mensaje claro y su población lo tomó al pie de la letra: el trabajo es sagrado. Tanto inyectaron el concepto, que hoy no lo pueden extirpar.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los empleados japoneses figuran en la posición 22º del 'ranking' de horas trabajadas por año (1.729), pero las limitaciones legales en las horas extra hacen que muchos trabajadores estén en sus oficinas sin registrar legalmente ese tiempo. Además, el 22% de ellos supera las 49 horas laborales por semana, mientras que en Francia y Alemania son la mitad (11%). Por si la carga fuera poca, el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social nipón denuncia que, de 18 días festivos remunerados anuales, los nipones se ausentaron un promedio de nueve.

Esta cultura del trabajo dio a luz un término que prueba el alcance de la adicción en Japón: 'karoshi', que significa 'muerte por exceso de trabajo' y es la palabra con que se explican 200 fallecimientos al año según el Gobierno, que no incluye en su registro los decesos por depresión mental y suicidios, que se deben con frecuencia a las enormes cargas laborales. 

Pornografía y deseo, sí; relaciones y amor, no

Los hombres japoneses parecen no tener tiempo para agrandar la familia, pero les sobra para consumir pornografía o satisfacer fantasías sexuales extrañas. Dicho de otro modo, no tienen interés por las relaciones carnales. Las encuestas respaldan esta percepción: Japón sorprende por la abstinencia sexual y la soltería epidémica de sus habitantes, pero también muestra una variedad creciente en las propuestas de autosatisfacción y consumo de pornografía. 

En 2012, el Instituto Nacional de Investigaciones sobre Población y Seguridad Social determinó que casi el 25% de los hombres de entre 30 y 34 años son vírgenes. La Asociación de Planificación Familiar de Japón determinó recientemente que casi la mitad (45%) de las mujeres de entre 16 y 24 años no están interesadas o desprecian el contacto sexual. En 2013, una investigadora determinó que un tercio de quienes están en la franja de 20 a 30 años nunca tuvo una cita, y un estudio de 2015 divulgado por la oficina del Gobierno dijo que el 40% de los solteros en ese rango de edades no está interesado en ningún tipo de relación romántica.

La razón a la que apelan casi la mitad de los encuestados para explicar su desinterés por una relación amorosa revela otra faceta curiosa en el comportamiento de los japoneses: el 45,1% dice que prefiere priorizar sus 'hobbies'. Y, a la hora de analizar lo que los hombres hacen con su tiempo libre, la industria pornográfica y de satisfacción de deseos sexuales está entre las preferencias más recurrentes.

Las propuestas superan lo imaginable: se pueden comprar accesorios muy baratos, pero también hay muñecas de silicona con articulaciones muy reales y cabello natural por más de 17.000 euros; se puede pagar para dormir la siesta con una mujer vestida de escolar, para recibir masajes en las orejas o ser golpeado por chicas disfrazadas de policía... hasta es posible comprar bragas usadas para sentir placer a través del olfato.

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