jueves, 10 de diciembre de 2015

El hombre que entiende lo difícil y niega lo obvio

No hay forma de hacerlo entender. No le entra. Hay cosas que no comprende. Trancar cada pelota como si fuera la última, por ejemplo, sí; pensar el pase antes de recibir la pelota, también; aconsejar a los jóvenes que suben a Primera y tiemblan de nervios, por supuesto; pero aunque Andrés Fleurquin cumplirá 41 años dentro de dos meses, las esperanzas son casi nulas. El diagnóstico es curioso: ceguera profunda a causa de una humildad enorme.

Parece cosa de mandinga pero no hay manera de hacerlo entrar en razón. Heber Silva Cantera era el patrón de Defensor Sporting cuando Andy debutó en la Liguilla del 94 y se acordó de aquellos tiempos pero no alcanzó para que Fleurquin se la crea. "Andrés es el prototipo de jugador que nosotros pretendemos para Defensor; cuando apareció era muy difícil ver a uno como él", confesó.


Más acá en el tiempo, su pareja en el mediocampo del Defensor semifinalista de la Libertadores 2014, Mathías Cardaccio, dijo: "Si me tengo que quedar con un jugador me quedo toda la vida con Andy que es un ejemplo para mí, como persona, jugador y profesional. Se lo digo a mis compañeros, se lo digo a mi familia, se lo digo a todos, me siento orgulloso de haber compartido todo esto con él. Nos ayudó de manera ejemplar con consejos, charlas y actitudes que no me voy a olvidar nunca". Cardaccio jugó con Suárez, Pirlo, Ronaldinho, Seedorf y Beckham, pero elije a Fleurquin.

Pero no hay caso. José Andrés Fleurquin Rubio minimiza: "Yo fui un jugador totalmente normal, así que no me merezco ni me gustaría tener un partido despedida; quiero pasar inadvertido y además, no se lo han hecho a jugadores mucho mejores que yo".

El pibe que arrancó corriendo atrás de una pelota en el Carrasco Lawn Tennis puso fin a una carrera deportiva de 21 años, seis clubes defendidos, ocho trofeos levantados y cinco años en la selección uruguaya.

Hijo de una familia bien montevideana pero nacido en Rocha (ahí trabajaba su padre cuando él llegó al mundo), Andy no fue el único de sus hermanos en recorrer las categorías juveniles de Defensor pero solo él hizo del fútbol su profesión. Y la decisión lo obligó a dar un plus de sacrificio, como hizo cada vez que la pelota anduvo perdida por la mitad de la cancha.

Campeón en Uruguay, Austria, Turquía y España, el ahora excapitán e ídolo de Defensor Sporting y Cádiz podría ser definido de varias formas, pero ninguna le calzaría tan bien como la palabra "líder".

Como tal se mueve, como tal se expresa y como tal razona. Líder para hablar con un juez, para calmar un rival o una tribuna, para manejar un vestuario y tranquilizar a uno de esos pibes que recién arranca en la Primera.

"Sin ser arrogante, manteniendo el respeto, aconsejo a los más chicos" explicó. ,Y la tarea no fue simple porque el buen trabajo en las juveniles y la lógica del mercado fueron poniendo cada vez más pibes en el plantel principal.

Pero de nuevo Fleurquin dice que su tarea no fue tan atípica: "Defensor Sporting trabaja muy bien en juveniles y no selecciona a los jugadores solamente por su capacidad futbolística sino que también prioriza lo humano".

De todos modos, el momento en que los chicos crecen es cuando pueden perder el norte, porque pasan a ser figuras públicas, cobran más dinero y acceden a mundos que no conocían. También para evitar eso estuvo Fleurquin en estos últimos años.

Él mismo habló de "los veteranos" cuando se refirió a los encargados de mantener la estabilidad en el vestuario y justificó la tensión de los más novatos: "Es imposible no estar nervioso en un momento así. El jugador de fútbol sueña con ese día desde los 12 años y es obvio que lo vive con intensidad".

Su juventud como jugador fue más complicada que la de la mayoría, porque ni siquiera se planteó la posibilidad de abandonar los estudios y aunque su traspaso a Europa lo mantuvo más de 10 años en el Viejo Continente, retomó la carrera de Administración de Empresas hasta terminarla en 2012. Entre sus compañeros de estudios era el raro que jugaba al fútbol y en la concentración era el loco que se encerraba a estudiar en los ratos libres.

A pesar de todo, Andy no encuentra nada sobresaliente en haber construido una excelente carrera sin descuidar los estudios. "Hay un falso concepto de que hay que decidirse entre el deporte y la educación, se pueden hacer las dos cosas sin problema", aseguró.

No hay caso. No le cae la ficha. Si Defensor pudiera meter en una máquina a sus aspirantes, dejarlos ahí por unos años y sacarlos de la mejor manera posible, serían todos igualitos a él, que no comprende cómo se volvió ídolo en Defensor Sporting si solamente hizo lo que le parecía correcto: rechazar dos veces las ofertas para defender a Nacional: "A Uruguay venía solamente para jugar en Defensor".

Siempre dijo que su sueño es retirarse en el club que le permitió hacer de su deporte favorito una forma de vida. Su familia es hincha de Defensor y casi no ha faltado al estadio, incluso cuando Andy jugaba en otros países. Desde su regreso al club estuvo en varios planteles campeones y está muy agradecido por el cariño que percibe de la hinchada violeta. "Profesionalmente, Defensor no es mi casa, es mi vida", resumió.

Fleurquin se aleja de las canchas y todo el fútbol uruguayo pierde a un gran valor. Un tipo que se crió en un club y mantuvo sus colores hasta el último día, un tipo respetuoso, consejero, humilde, luchador, comprometido y positivo; el fútbol uruguayo pierde a un grande que no se jacta de serlo. "Cuanto más aprendo, menos sé", es su frase de cabecera.

Se lo va a extrañar porque aunque la mayoría de sus recuerdos futbolísticos son positivos, él entiende que su único mérito fue haber hecho lo que debía. "Estoy muy agradecido de haber disfrutado cada día de la posibilidad de dedicarme a una profesión tan noble como la de futbolista. Si al fútbol le das todo lo que tenés, tarde o temprano te lo devuelve con alegrías".

Se lo va a extrañar, porque la familia de Defensor no adopta hijos con frecuencia y porque el tiempo y los títulos han vuelto más exigente a la parcialidad: para ser ídolo hay que remar mucho y llegar más lejos. Y Andy lo logró con creces.

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