viernes, 20 de febrero de 2015

Gestión de residuos: mal que nos pesa

Es hora de secar los trapitos al sol. Décadas –si no siglos– de patear esta pelota para adelante la hicieron tan grande, densa y pesada que ya no se puede empujar más. La basura que tiramos termina en algún lugar del mundo y aunque no sepamos dónde ni nos interese saberlo, se acumula. Con regulaciones débiles o inexistentes y un mercado demasiado informal, los residuos se han vuelto un problema de difícil solución, un mal que nos pesa.




Además, los países desarrollados exportan sus mugres hacia los más pobres, que no tienen mucha idea de qué hacer con ellas pero las reciben, porque llegan de la casa matriz.  Poco ayuda el consumo desenfrenado y el desinterés de la industria por detenerlo en medio de una crisis que pide circulación de dinero a los gritos.  

Tarde o temprano, habrá que alargar la vida de los productos y aprender a deshacernos de ellos de la mejor manera. El comienzo está en los hogares, el lugar más eficiente y barato de todo el proceso de reciclaje. Nuestra basura se puede reutilizar, eso se sabe. Lo que queda ahora es entenderlo y aprovecharlo.  

Érase una vez 

La población era escasa y su nivel de explotación de los recursos naturales también. Por ende, el impacto medioambiental era casi nulo. Hasta que llegó la industrialización y las ciudades se poblaron. Con este cambio también arribaron al mundo los problemas de gestión de residuos. Al principio, por el aumento de las enfermedades, se dispuso sacar la basura a una distancia considerable de las ciudades pero con el correr de los años, y el incremento del consumo, dejó de ser suficiente. A finales de 1800 nacieron las plantas de incineración de desechos y más de 100 años después llegaron los camiones recolectores y compresores. Desde esos años hasta hoy se siguen buscando formas y planes para manejar los más de 3,5 millones de toneladas de basura sólida que se generan cada día. Y habrá que apurarse porque se estima que dentro de 10 años la cifra será de 6 millones.  

Esta enorme bolsa negra reúne los desechos del planeta en su conjunto pero el camión que la recoge tiene zonas más pesadas que otras. El chofer sabe que le espera una jornada movida cuando le toca manejar por Estados Unidos y Canadá o por Corea del Sur y Japón; solo podría tener menos suerte si le adjudicaran la recolección en la zona de Europa Occidental. Tampoco festeja cuando su rutina incluye Kuwait, Sri Lanka o Nueva Zelanda o la zona del Caribe. 

Para peor, en lugar de desocupación, cada día hay más trabajo: los países emergentes también crecen en toneladas de residuos generados y sus programas de gestión de lo que descartan no avanzan con la misma rapidez con la que se incrementan sus niveles de consumo.  

De esta manera, no es raro que ciudades de China, Brasil y México compitan cabeza a cabeza por la sucia corona de ser la que más mugre alberga en uno de sus vertederos, con más de 10 mil toneladas recibidas por día.

Las urbes de los países desarrollados gastan entre el 20% y el 30% de sus presupuestos en tratar los desechos, que crecían a un ritmo del 2% anual que disminuyó debido a la crisis financiera global. 

Del lado bueno de la lista están Ghana, Nepal, Uruguay, Mozambique e Irán, los menores ensuciadores del mundo, distinción que no los exime de problemas al respecto: algunos de estos países no saben gestionar sus materiales y otros están inundados por cantidades inimaginables de basura del exterior.  

Buenas noches, buena suerte

Cuando ponemos nuestras bolsas con residuos en un contenedor se termina nuestra preocupación al respecto pero ese paso solamente constituye el principio de un viaje que, de no ser el correcto, termina por contribuir al descontrol y desborde de basura que sufre el planeta.

Más vale prevenir que curar, por eso la reducción de la cantidad de residuos generados es uno de los remedios más efectivos y se obtiene mediante la disminución del consumo. 

Además, las empresas juegan un papel clave en la reducción de los desechos. La existencia de tiendas de segunda mano, el aumento de los comercios de reparación en detrimento de la compra de nuevos productos y el diseño de bienes recargables o reutilizables (como las bolsas de algodón para compras en supermercados) son las acciones corporativas más frecuentes en pro de la reducción de la basura.  A la par en importancia se encuentran las campañas de concientización y educación de la ciudadanía acerca de lo que supone generar menos desechos y la necesidad de colaborar en la clasificación de aquellos residuos que no podemos evitar generar. 

El principal destino de lo que descartamos son los vertederos, en los que se aumentan una serie de problemas nada simpáticos: desechos que vuelan por el aire, atracción de insectos, emisiones de gases de efecto invernadero y contaminación del agua. De estar bien gestionados podrían ser fuentes de electricidad mediante la conversión de la energía emitida por los gases, pero la realidad indica que la mayoría no son más que gigantes basurales. 

La incineración también es un destino usual para nuestros residuos y consiste en generar combustión de materiales para reducirlo en su tamaño (entre 20% y 30%). Método útil para deshacerse de materiales peligrosos pero controversial porque provoca contaminación. Es muy utilizado en países donde el espacio es reducido y tiene en Suecia a su principal usuario; el país nórdico es líder en generación de energía a través de este mecanismo.

El reciclaje, tan conocido, es una de las mejores opciones para nuestros desechos y su proceso reutiliza residuos para la fabricación de nuevos productos. Su viabilidad depende de la variedad de materiales con que está hecho el residuo: a mayor simpleza, mayor posibilidad de reciclaje y menor costo. Los materiales que se reciclan habitualmente son aluminio, cobre, acero, polietileno, vidrio, papel, cartón, y los envases plásticos PET.  

Beneficios económicos  

Además de los costos que representa una mala gestión, también hay datos alentadores acerca de los beneficios económicos que genera un buen manejo de la basura y son varias las empresas que han encontrado una oportunidad al hacerse cargo de aquello que nadie quiere.

Se trata del surgimiento de un sector que provoca nuevas fuentes de trabajo, ya sea para tareas físicas de recolección y clasificación como para el área de investigación y desarrollo que exige esta industria, ávida de conseguir soluciones cada vez más eficientes y ecológicas.  
En el libro Planeta chatarra, escrito por el periodista estadounidense Adam Minter, que además es hijo del propietario de una planta de reciclaje en Estados Unidos, se estima que esta actividad mueve 500.000 millones de dólares anuales en el mundo y que da trabajo a más gente que cualquier otra industria del planeta, a excepción de la agricultura. 

Quizá por eso varias ciudades han hecho de la gestión de la basura su principal fuente de riqueza. En China, la ciudad portuaria Taizhou clasifica metales y O Wen’an County, también en China, es actualmente una de las mayores procesadoras e importadoras de restos de plásticos del mundo. Además de los estímulos naturales que llegan mediante los atractivos económicos de invertir en el sector, el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente lanzó una guía para la elaboración de estrategias nacionales de gestión de residuos, en la que detalla los pasos recomendados para que los países mejoren su trabajo. 

“Son muchos y muy diversos los desafíos que los residuos suponen para los gobiernos y las comunidades. Las cantidades que se generan muestran una tendencia ascendente, sobre todo en los países en desarrollo. Muchos de estos desechos no se gestionan adecuadamente, lo cual puede tener entre otras consecuencias que no se recojan, que no se cuente con vertederos acondicionados o que la basura esté contaminada con materiales peligrosos”, advierte el plan.

Y en su material expone que “hacer de la gestión de residuos una prioridad nacional supone una buena oportunidad para visibilizar este tema política y socialmente, para destinar recursos que sean acordes con el grado de prioridad que se le ha otorgado y para garantizar la coordinación de las iniciativas y el buen funcionamiento de los mercados nacionales de materiales recuperados”.  

Enviar todo a la papelera de reciclaje 

Cuando de desechos se trata, la cantidad de productos tecnológicos que cambiamos por nuevos antes de que estén inutilizables es un aspecto clave y muy influyente en el tamaño de la basura mundial. Un poco de desinteligencia humana, mucho de marketing y nada de respeto por las leyes son los ingredientes de esta desagradable receta que pone en el plato un panorama desalentador.

La velocidad con la que crece la montaña de basura es muy superior a la de la puesta en marcha de medidas y, por eso, la perspectiva es también pesimista. En 2012 se generaron casi 49 millones de toneladas métricas de basura electrónica, casi 7 kilogramos por persona que habita el mundo y las estimaciones proyectan que hasta 2020 alcanzará los 65,5 millones de toneladas métricas anuales. 

Estados Unidos y China son los que más equipos tecnológicos suman y los que más tiran pero en detalle, Estados Unidos tiró 29,8 kilos de electrónicos por persona y China solo 5. 
La cineasta alemana Cosima Dannoritzer, que saltó a la fama con su documental Comprar, tirar, comprar, lanzó en mayo de 2014 el documental La tragedia electrónica, en el que revela las condiciones en las que se acumulan restos electrónicos en países como Ghana, India o China.

Según el filme, el 75% de los 53 millones de toneladas de residuos electrónicos que se producen por año salen del circuito oficial y son traficados por una red que incluye empresas fantasmas y mueve más dólares que el narcotráfico. Más del 65% de la basura electrónica europea no llega a lugares certificados para tratarla. Estados Unidos genera casi 10 millones de toneladas al año y no aprobó la legislación que prohíbe exportar residuos de este tipo. La mayoría de ellos terminan en países pobres. 

Por otra parte, los beneficios económicos de la industria que se ocupa de gestionar la basura electrónica también son enormes. Más del 90% de los materiales de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos podrían ser recuperados y reciclados. Las estimaciones señalan que 1 millón de celulares pueden representar 24 kilos de oro, 250 kilos de plata y alrededor de 9 toneladas de cobre. Casi lo mismo ocurre con el reciclado de computadoras y monitores. En el caso de Europa, el gasto de importar estos metales que no recicla asciende a 130.000 millones de euros al año.

Uruguay, la región y el mundo

A pesar de que el tema es más abordado que antes, los avances al respecto son diferentes según la parte del mapamundi que se mire. Si la zona es tercermundista, huele muy mal.

En Latinoamérica, México es el más alarmante. La mayoría de su basura está mal gestionada y la generación de residuos electrónicos superó el millón de toneladas, equivalente a 9 kilos por habitante. Brasil tiró dos millones de toneladas de equipos electrónicos y generó 1,4 millones de toneladas de basura. Chile también preocupa: el 83% de sus desechos se tira sin procesamiento alguno.

Sin embargo, la peor cara no la muestran los residuos propios sino los ajenos. Paraguay, Guatemala, Panamá, Perú y Colombia son destino de los celulares usados de Estados Unidos, mientras que México, Venezuela y Paraguay recibieron los televisores y monitores. Juntos, estos aparatos sobrepasan los 300 millones toneladas.

En Uruguay, Florida es la novedad. Hace poco abrió una planta de tratamiento y reciclaje de residuos urbanos que es la primera del país. Manejada por la empresa Eronal SA, utiliza un sistema de encapsulado que sustituirá el vertedero a cielo abierto que tiene ese departamento. 

Este proyecto sustentable tiene como ventaja que “el pasivo ambiental puede pasar a ser un activo energético”, según dijo el intendente de Florida, Carlos Enciso, a radio El Espectador. La razón: “La basura se entierra pero no muere en el lugar, sino que hay posibilidad de que en unos años tengamos una planta que la convierta en energía”. La inversión total para la construcción de la planta es de 1.300.000 dólares.

En cuanto a los desechos electrónicos, se estima que en 2012 Uruguay tiró más de 31 mil toneladas de las que solo se gestionan entre el 2% y el 5%. Los expertos sostienen que mientras no existan leyes obligatorias para gestionar estos residuos, las empresas no trabajarán mejor en la materia. En Europa, Francia ilumina desde su parlamento que aprobó castigar con penas de hasta dos años de prisión y multas de hasta 300 mil euros a las empresas que, con la excusa de las leyes del mercado y la supervivencia empresarial, violen las leyes de defensa del consumidor.

España sigue los pasos franceses y su Movimiento Sin Obsolescencia Programada presiona para que los productos se puedan arreglar. El efecto en la clase política se tradujo en un comunicado en el que impulsaron a los Estados a animar a las empresas a que fabriquen con componentes reutilizables y “que los productores no impidan, mediante características de diseño específicas o procesos de fabricación específicos, la reutilización”.

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